jueves, 11 de junio de 2020

CORONAVIRUS: PROHIBIDO TOCAR

Coronavirus | La historia de Alberto, un ciego que ahora no puede tocar

Para evitar contagios, ya no puede palpar superficies para guiarse ni sujetarse a otros brazos. Su ciudad carece de señales sonoras. Cómo es caminar hacia adelante pese a tantas dificultades.

A fin del 2019, el coronavirus era una noticia poco escuchada. Seis meses después, muy pocas personas desconocen qué forma tiene el virus SARS-CoV-2. Alberto Daudén es una de ellas. Es ciego total desde los 20 años -ahora tiene 57-, y no es lo único que no ve.

Esas esferas con puntas y formas de coronas que están cambiando el mundo, son una imagen recurrente en este mismo mundo que no cambia y donde “todo es visual”, asegura Daudén, que sabe, porque se lo cuentan, que todo se está llenando de indicaciones y de pegatinas con normas y maneras de actuar en la presente anormalidad, ya que de normal esto tiene poco.

Muchos desearon cerrar los ojos y volver a principios de año cuando no se sabía lo que venía. A esa sensación de incertidumbre generalizada, Daudén le añade el no ver y el sí tocar en estos tiempos en los que mantener las distancias y el que no haya contacto físico es la medicina preventiva más recomendada.
"El tacto son mis ojos, para nosotros tocar es ver las cosas", asegura. Por lo tanto, le queda agarrarse a otra de las indicaciones: lavarse las manos, porque con guantes pierde sensibilidad y le dificulta la lectura en el sistema Braille. Salir a hacer los mandados de una mañana cualquiera es “una aventura”. “Pero, ¿qué voy a hacer? no me voy a quedar en casa”, reflexiona.

A la carrera de obstáculos de la antigua normalidad hay que sumarle los de esta anormalidad. Provisto de barbijos, gel desinfectante y su bastón, Daudén va a un punto de venta autorizado para cargar la tarjeta del transporte público que está a pocos metros de su casa. El camino lo tiene controladísimo.

En el comienzo de su aventura, saluda a Raquel, la kiosquera, que apenas se la ve detrás de la pila de revistas y diarios. Ella se levanta y responde al saludo: “Si lo veo le digo: ‘Hola’, para que sepa que estoy acá”.

Daudén fue a este punto de venta a informarse sobre el abono para utilizar el transporte público -su manera habitual de moverse- que compró el 13 de marzo y no usó porque se decretó el estado de alarma al día siguiente. “Me tendrán que decir si el colectivo va lleno o puedo entrar o si me siento en un asiento que no se puede. Si lo indica un cartel, no lo voy a ver”, vaticina.

Está claro que los obstáculos se multiplicaron. A la caca de perro que evita porque le avisan, se unen malas hierbas que salen de algún jardín que lleva casi tres meses sin cortar y que ocupa parte de la vereda… Y un “cuidado ahí” no sirve porque no sabe si es por un toldo demasiado bajo o por un obstáculo en el suelo.
Sigue camino. Llega a la panadería, también lo conocen. Por casualidad, se para sobre una de las cintas pegadas en el suelo que señala la distancia entre clientes. Se percata de que hay alguien por la voz. Cuando Marifé, la panadera, termina de atender, se dirige a Daudén, lo conoce desde hace años, le da en la mano la bolsa con su pedido. Con otro cliente no lo haría.
De vuelta a casa, Daurén aprovecha que va acompañado para que le lean los carteles que hay pegados en el frente. Dice que a veces hay, pero que él no lo sabe. Igualmente, le interesaba, sobre todo, si decía algo sobre la pileta. Pero le preguntará más adelante a algún vecino.

La presente anormalidad va a consistir en asistir a la gente que lo necesite más que antes, ya que no hay indicaciones sonoras. Pero él y tantos otros encontrarán a quien lo ayude.

Alberto Daudén, ciego desde los 20 años, espera en la fila de un comercio. (Foto: David Expósito).
Los comercios están llenos de carteles con indicaciones visuales. (Foto: AFP / Juan Mabromata)

Publicado por TN y extraído de "El país de España" del 8/06/202

Prof. Elina

No hay comentarios:

Publicar un comentario