La música sonaba fuertemente en el boliche,la gente reía y bebía riquísimos
tragos en las barras. Las cuatro pistas desbordaban de chicas y chicos, bailando sin pensar
en nada más que en divertirse. Las flores artificiales adornaban el lugar y del techo
pendían infinidad de globos de colores que se mecían al compás de la música. En las
terrazas había plantas naturales y muchas flores. En el centro de la terraza, había un
escenario, con un locutor elegantemente vestido, lucía un traje color natural y en las
manos tenía una caja azul, con un moño de color gris, dentro de la caja había un hermoso
reloj de oro que se llevaría, de premio, la elegida Reina de la Primavera.
De pronto, el locutor, pidió “¡silencio!” y comenzaron a desfilar las hermosas chicas, con
diminutos trajes de baño. La algarabía reinante en el lugar era maravillosa. Los chicos se
derretían al ver los cuerpos esculturales de las mujeres que desfilaban con diversas
prendas, hasta que llegó el momento culminante de la noche: había que elegir a las dos
princesas y a la reina.
Todo transcurría con calma, el alcohol se bebía a raudales, ¡Todo era alegría! ¡Felicidad!
De pronto, el locutor dijo el nombre de la Segunda Princesa, llamó a Paulina y todos
gritaron al mismo tiempo, “¡hurra, hurra!”; le colocaron a la chica una coronita de
hermosas flores naturales y le dieron de premio un hermoso reloj pulsera, ella quedó
fascinada por la sorpresa y abrazó y besó fuertemente al locutor.
Érica, fue elegida como Primera princesa, sus azules ojos brillaban de alegría. Se acercó al
locutor, él le colocó la coronita de flores naturales y le entregó el reloj de premio.
Ahora faltaba el broche final, de la noche.
La Reina de la Primavera se acercó al locutor con paso firme, lucía un vestido minifalda
color violeta, con unas flores muy delicadas en color blanco, con un escote bien
pronunciado y dejando su espalda al descubierto; su cuerpo era imponente, con risos
rubios que le llegaban mas allá de la cintura, su rostro angelical redondeado, con un
maquillaje tenue que le daba a sus ojos, una mirada muy sensual.
El locutor le colocó la banda sobre su cuerpo, y le entregó el delicado reloj de oro. Ante la
sorpresa y el interesante regalo, las lágrimas de felicidad caían en el hermoso rostro de
Joana.
De pronto se escuchó una y otra explosión y todos quedaron mirando, sorprendidos,
hacia arriba. El fuerte ruido era de muchas piñatas que reventaban y de éstas caían
pétalos de rosas de diferentes colores que se deslizaban, suavemente, y quedaban
adheridas a los cuerpos de los presentes.
¡Todo era alegría y felicidad! ¡Había comenzado la primavera!
tragos en las barras. Las cuatro pistas desbordaban de chicas y chicos, bailando sin pensar
en nada más que en divertirse. Las flores artificiales adornaban el lugar y del techo
pendían infinidad de globos de colores que se mecían al compás de la música. En las
terrazas había plantas naturales y muchas flores. En el centro de la terraza, había un
escenario, con un locutor elegantemente vestido, lucía un traje color natural y en las
manos tenía una caja azul, con un moño de color gris, dentro de la caja había un hermoso
reloj de oro que se llevaría, de premio, la elegida Reina de la Primavera.
De pronto, el locutor, pidió “¡silencio!” y comenzaron a desfilar las hermosas chicas, con
diminutos trajes de baño. La algarabía reinante en el lugar era maravillosa. Los chicos se
derretían al ver los cuerpos esculturales de las mujeres que desfilaban con diversas
prendas, hasta que llegó el momento culminante de la noche: había que elegir a las dos
princesas y a la reina.
Todo transcurría con calma, el alcohol se bebía a raudales, ¡Todo era alegría! ¡Felicidad!
De pronto, el locutor dijo el nombre de la Segunda Princesa, llamó a Paulina y todos
gritaron al mismo tiempo, “¡hurra, hurra!”; le colocaron a la chica una coronita de
hermosas flores naturales y le dieron de premio un hermoso reloj pulsera, ella quedó
fascinada por la sorpresa y abrazó y besó fuertemente al locutor.
Érica, fue elegida como Primera princesa, sus azules ojos brillaban de alegría. Se acercó al
locutor, él le colocó la coronita de flores naturales y le entregó el reloj de premio.
Ahora faltaba el broche final, de la noche.
La Reina de la Primavera se acercó al locutor con paso firme, lucía un vestido minifalda
color violeta, con unas flores muy delicadas en color blanco, con un escote bien
pronunciado y dejando su espalda al descubierto; su cuerpo era imponente, con risos
rubios que le llegaban mas allá de la cintura, su rostro angelical redondeado, con un
maquillaje tenue que le daba a sus ojos, una mirada muy sensual.
El locutor le colocó la banda sobre su cuerpo, y le entregó el delicado reloj de oro. Ante la
sorpresa y el interesante regalo, las lágrimas de felicidad caían en el hermoso rostro de
Joana.
De pronto se escuchó una y otra explosión y todos quedaron mirando, sorprendidos,
hacia arriba. El fuerte ruido era de muchas piñatas que reventaban y de éstas caían
pétalos de rosas de diferentes colores que se deslizaban, suavemente, y quedaban
adheridas a los cuerpos de los presentes.
¡Todo era alegría y felicidad! ¡Había comenzado la primavera!
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